Docencia
En los últimos veinticinco años se identifican en la Universidad cambios más sustantivos que los registrados a lo largo de su historia, relacionados con la vertiginosa producción y difusión del conocimiento y los nuevos retos sociales a los que debe dar respuesta. Se advierte el pasaje de una institución dedicada desde su origen a proporcionar “alta enseñanza” hacia otra, de la cual se espera contribuya a formar profesionales que aporten a la transformación social.
Resulta claro en este contexto que las demandas socio culturales poblacionales requieren de la Universidad la producción de saber científico al servicio de la resolución de sus necesidades. A su vez la vertiginosa producción de información exige que la universidad priorice la formación de habilidades profesionales autogestivas en sus estudiantes, en línea con la necesidad de aprendizaje a lo largo de la vida.
La llamada “sociedad del conocimiento”, con énfasis en la información y sensible a la complejidad en su producción y circulación, demanda un conocimiento experto, altamente especializado, a la vez que requiere saberes generales que se asienten en competencias estructurales tales como la conceptualización, abstracción, planeación, previsión, análisis y resolución de problemas, capacidades interactivas, comunicativas e investigativas.
La fragmentación del saber en disciplinas, el divorcio entre las prácticas profesionales y el ámbito de formación en la disciplina, la especialización creciente y las modalidades de generación de conocimiento al interior del campo profesional contribuyen a que se profundicen las distancias entre la formación teórica disciplinar y la práctica propia de la intervención profesional, dando lugar a crecientes indicadores de insatisfacción respecto de la formación impartida tanto en graduados, como en los propios estudiantes y referentes del ámbito de inserción profesional.
La necesidad de acercar las universidades a las demandas sociales y a los patrones internacionales de calidad formulados para la educación superior es indiscutible. Este hecho conlleva la revisión de sus estructuras formativas e incentiva la toma de decisiones para la implementación de cambios curriculares.